
No así entre los billetes de los bancos privados del siglo XIX. Algunos llegaban de Inglaterra en talonarios con esqueletos de estos billetes, sin firmas, fechas, numeración ni sellos, que eran agregados a mano al momento de la entrega a un cliente del banco, momento en el cual se convertía en un real billete bancario emitido, representativo de su valor en monedas metálicas de curso legal. Al igual de los billetes modernos sin salir de la imprenta, antes de eso era un simple papel impreso. Una hoja de un talonario de pagarés, sin firmas, fechas ni cantidades.
Por más que queramos, uno de esos esqueletos, por atractivo que sea, no es un billete real. Es solo algo que pudo haber sido y nunca fue. Es algo hermoso, sin duda coleccionable, pero no es un billete y no debería alcanzar el mismo precio. Igual pasa con la multitud de esqueletos y pruebas de imprenta que inundó el comercio numismático tras la liquidación de la American Bank Note Company. Hermosos y deseables para adornar una colección, pero no hay que olvidar que no son billetes reales. Es incluso probable que algunos de ellos no fueron más que muestras no aprobadas para impresión de algún banco local, por lo que no deberían incluirse en la lista de sus billetes emitidos. Es algo que debería tener en cuenta todo aquel que cataloga billetes del siglo XIX para una subasta.
Se ilustra el esqueleto, parcialmente llenado a mano, de un billete de 10 pesos del Banco de Oriente de Rionegro, en el departamento de Antioquia. Aunque lleva la fecha y la firma del gerente, continúa adherido a la colilla del talonario y no tiene las firmas del cajero y el secretario de la junta directiva, lo que indica que nunca se emitió. Aunque es un bonito objeto de interés numismático, lamentablemente no es un billete.
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